¡Qué importante es la educación!

Cómo se nota cuando no está presente y cómo destacamos cuando algo va «demasiado bien», para nuestra desgracia, ya que lo que pensamos que está «demasiado bien» debería ser «lo normal». Suena utópico pensar que la educación existe para entender el mundo, sin prejuicios y con valores fundamentados en la Carta de Derechos Humanos -una texto que hemos decidido que es lo más común a todxs los seres humanos-. En la sociedad regida por la cuestión del capital, el dinero ha contaminado y permeabilizado en todo, hasta en la educación.

Objetivo primordial de la educación: poder conseguir dinero en cuanto termines de educarte. Educar no es ya aprender sino estudiar: «estudia esto que luego te permitirá trabajar de eso mismo», es lo único que nos dicen. Y estamos todos tan metidos en ese sistema que ni lxs propios educadores lo cuestionan. Educar es acompañar, guiar, enseñar, compartir, disfrutar y dialogar. Educar no es dirigir, no es obligar, no es juzgar y no es monologar. Educar no es solo una cosa de niñxs, aunque nos han hecho creer que sí. La gran gente pensadora y con visión crítica no para de educarse en todo momento.

Hay que aprender hasta a morirse, eso es así. Hoy más que nunca se ven a muchos adultos estudiando, pero no educándose. Se exigen títulos para todo, creando una suerte de estatus social en el que si no tienes un título vales menos -no que sepas menos- que alguien que no lo tenga. Una sociedad equilibrada es aquella que celebra el conocimiento de los demás y que lo recibe y comparte en sintonía.

Últimamente me he acercado mucho a la cuestión pedagógica y hay mucha burocracia, cuestiones administrativas y falta de interés en las herramientas pedagógicas para compartir el conocimiento. Si algún educador lee esto y se indigna seguramente es porque también es parte de este sistema y hace exactamente lo mismo.

Alguien que educa debe ser crítico con sus métodos y nunca debe estar conforme porque todo evoluciona. Una educadora debe buscar el equilibrio constante en una situación desequilibrada -y esto no es fácil-. La semilla que se planta con la educación en algún momento da sus frutos. Aunque nunca lleguemos a verlos.

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