Cuando más viajo es durmiendo. Me encanta dormir durante horas. Dormir mucho. Un día me dormí dos días seguidos. En mis sueños normalmente tengo grandes aventuras mundiales, a lo Indiana Jones. Siempre soy el protagonista -claro-. En mis sueños casi siempre sale todo bien. Incluso cuando tengo una pesadilla aprendo algo de ella. He tenido pesadillas que han sido malos ratos gustosos, de esos que solo pueden ocurrir en el mundo de lo sueños, cosas im po si bles. Los sueños me dejan siempre un poso de reflexión cuando me levanto. Puedo dormirme en casi cualquier lado -os lo juro-. He dormido encima de mesas, en el suelo, en sillas, en autobuses y en mitad de una fiesta mientras la gente se drogaba mucho. Cuando me entero que alguien duerme tanto como yo me da felicidad. Hacerse adulto es dormir poco pero yo quiero seguir durmiendo como un bebé. A Unamuno le reprochaban que dormía mucho: “¿No duerme usted demasiado, maestro?”, le decían, “No me importa porque cuando estoy despierto, estoy MUY despierto”, decía él. Me acabo de levantar de la siesta y me he acordado de esta viñetuela. La soñé entera un día. Viva dormir. Vivan los sueños. Viva la siesta.

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